Tuesday, November 22, 2005

3-Ciudad Central



-Un cobarde... si eso es lo que eres, un cobarde.-le decía una de las señoras a Selide.
-lo siento señora hice lo que pude. Respondió.
--hacer lo que se puede... claro ahora eso lo excusa todo, no eres mas que un cobarde.
-no te preocupes. Lo hiciste bien, le dijeron la mamá y su hija, tratando de defenderlo ante las señoras, ante lo cual ellas no respondieron.
Luego se subieron al carro y siguieron bajo un incomodo silencio. Hasta que a lo lejos se empezó a vislumbrar la ciudad, era hermosa, a medida que se entraba se podían ver la alegría de las casas mas modestas, con niños jugando por todas partes.
Luego las casas se volvían cada vez mas altas, hasta que el mismo terreno por el que pasaban las ruedas del carro, se hicieron mas lisas, hasta que cerca de la plaza llegaron al paradero de los coches.
La bajarse, Selide quiso hablar con la señora que lo defendió, pero al momento de bajarse, todos habían desaparecido en la multitud.
-Bueno que tan difícil será encontrar a una familia.
Ciudad central no se encontraba en la costa, pero si en un enorme valle, mas grande que de donde provenía Selide. En la antigüedad se herejía una de las ciudades importantes de la civilización “mánthide” , en el vivían mas de 15 millones de personas, con una gran diversidad étnica, y de todo tipo, con 19.284 kilómetros cuadrados, el encontrar a una sola persona era una tarea prácticamente imposible,
Pero Selide al poco tiempo se dio cuenta que la tarea, eras prácticamente imposible, no por que, fueran muchas las personas a quien interrogar, sino por que nadie quería contestarle, debido a que estaban muy preocupados de sus propios problemas, como para preocuparse por un extraño. Selide desde la plaza se dio cuenta de lo enorme que era aquel lugar, debido a que era una ciudad con cuadras de forma radial, ósea, desde la plaza nacían todas las calles, como los rayos de una rueda que nacen en el centro.
Así que mejor se sentó en una banca a ver a los extraños pájaros del lugar, que se veían bastante extraños, totalmente distintos a los de su antiguo valle, y su bolso lo dejó a sus pies, cuando en un segundo, apareció un personaje muy rápido y ágil, el cual agarró el bolso y salió corriendo con el, Selide a su vez, aunque no era muy rápido lo empezó a perseguir, ya que una vez este día había perdido algo valioso, su cladopla, y no estaba dispuesto a perder mas cosas, pero fue entonces que alguien mas rápido apareció por la espalda, a Selide se le heló la espalda a recordar las historias de los ladrones de la ciudad, como nunca andaban solos. Así que frenó rápidamente dispuesto a abandonarse a su suerte, pero el sujeto que venía corriendo tras el, solo giró la cabeza, y siguió corriendo, y para su sorpresa, se abalanzó sobre el ladrón, este soltó el bolso y siguió corriendo, y el sujeto que lo había alcanzado, tomó el bolso y regresó donde Selide con una gran sonrisa.
-uff estuvo cerca, era bastante rápido.... pero yo lo fui mas... toma niño... ten cuidado con tu bolso... valla que transpiré...
Selide por su parte, sorprendido y un poco intimidado le respondió solo con “gracias”, pero no se atrevió a hablarle hasta que comprobó que era un joven de la misma edad que el..
-disculpa pero soy nuevo en la ciudad, y estoy un poco perdido, y creo que necesito ayuda.
-dime nomás... con toda confianza...-luego respiró profundo, liberó todo el aire y volvió a hablar.-justo hoy tengo tiempo, y bueno será un placer ayudarte, a todo esto mi nombre es
Hidrien, y tu ¿como te llamas?.
-pues yo, Selide.
-interesante nombre nunca lo había oído, y bueno que es lo que necesitas.
-mira, sabes donde se encuentra la familia...-sacó un papel del bolso, rápidamente, muy arrugado, lo extendió y leyó en voz baja, luego miró a Hidrien, y le dijo. “Fitz”.
-¿Fitz?, pues eres bastante ingenuo al pensar que fuera tan fácil encontrar a una sola familia en una ciudad tan grande como esta...
-eso quiere decir que no me puedes ayudar, no te preocupes...
-oye, oye, oye no te adelantes...mira Selide, debes tener mucha suerte, o tal vez solo es una coincidencia, pero aquella familia la e escuchado solo en una parte, y viven a una cuadra de mi casa, vamos y te puedo explicar algunas cosas de la ciudad mientras avanzamos.
Y así fue, Hidrien le iba mostrando calles tiendas, y cosas cotidianas, mientras caminaban por las intrincadas calles de la ciudad.
Selide estaba callado, nunca en su vida, por lo menos que pudiera recordar, había entablado una conversación tan larga y amistosa con alguien de su edad, se sintió muy bien, dándose cuenta que era una de las primeras personas que conocía sin sus alas, por lo tanto una de las primeras que lo trataba de forma normal, y cuando aquella situación lo llenó de alegría, fue que se tubo que acabar.
Habían llegado a su destino, Hidrien le dijo que se había hecho tiempo para ayudarlo, pero se tenía que ir, y lo dejó fuera de la casa donde debía vivir la familia, dándole instrucciones de que si no era la familia, les pidiera ayuda a ellos, ya que el no conocía mas miembros de esa familia, le dio la mano, y se fue trotando.
La casa era enorme, por lo que se veía era una familia acomodada, su reja era muy alta y el entrelazado de sus fierros simulaban enredaderas , al entrar el antejardín era solo de un par de metros, con una enorme puerta de algún tipo madera antigua media rojiza.
Golpeó tres veces la puerta cada una mas fuerte que la anterior, ya que la primera fue sorda, como si no pudiera ser oída por nadie, pero la ultima produjo un enorme eco al interior de la casa.
La recibió una joven con traje de empleada, muy apurada, manteniéndose siempre al borde de la puerta como para impedir su paso ante cualquier caso.
-disculpe buenos días, ¿Esta es la residencia de la familia Fitz?.
-buenos días., si esta es la residencia, ¿a quien busca?.
-al padre de está casa.
-¿al padre?, usted debe referirse al señor Pleistide. ¿para que sería?.
-emm pues yo, me mandó mi abuelo, y le tengo una carta para el.
-entonces dejé la carta, yo se la entregaré.
-No, es que no entiende, yo debo entregársela.
-entonces vuelva mas tarde, ya que en este momento se encuentra ocupado.
-pero es que...no tengo donde ir, y e viajado mucho.
-mmm no creo que lo que haga este bien, pero te ves buena persona, y el señor debe estar por desocupase, así que entra y espéralo sentado.
Así fue que lo esperó, siguiendo con la vista el tic-tac de un reloj de péndulo colgado en la pared.
Varios minutos mas tardes, apareció por la puerta Pleistide, con una chaqueta café obscura bastante fina, de una apariencia imponente y con algunas canas de demostraban su edad.
-me ha dicho la criada que tu jovencito me estabas esperando, me gustaría saber cual es el motivo.
-eee pues si señor, yo vengo... mejor lea usted mismo esta carta..
-¿una carta?, haber pásala quiero saber pronto de que se trata todo esto.
Tomó la carta muy seriamente, la abrió con sumo cuidado, la leyó en voz baja, luego tomó la carta la guardó en su bolsillo, miró a Selide con poco de desconfiaba. Pero pronto se marcó en sus labios una sonrisa.
Así que el viejo aún está vivo, ya creía yo que se había olvidado de su promesa, que tonto el pensar eso yo de el, siendo una persona tan respetable.
Luego abrazó a Selide, el cual no sabía como reaccionar ante las palabras de Pleistide, quien le hablaba de lo mucho que estimaba a su abuelo, y el como lo conoció, en su travesía por Pontoterio, uno de los mares mas bravos del mundo, luego llamó a los criados para que le prepararan una pieza cerca de la habitación de su hija.
-tu ahora serás tratado como mi hijo, se lo difícil que es para un hombre contenerse y guardarse tanto tiempo para casarse con alguien que no conocías, apuesto a que eras muy popular entre las chicas allá donde vivías...
-pues yo...
-no digas nada, mi hija es muy hermosa ya verás cuando la conozcas, la e guardado mucho tiempo, y veras que e tenido que espantarle varios pretendientes, pero mejor sería que se conocieran un poco.
-¿cómo se llama?
-o perdona mi falta de cortesía pero esta situación no la esperaba aún y me ha pillado por sorpresa, ¿cómo olvidárseme el decirte su nombre?,mira su nombre es Argia.
-A,R,Gi,A.
Así Pleistide llevó a Selide a la pieza de su hija, al entrar el padre se retiró y la vio de espalda sentada a los pies de la cama, sus ropas blancas y sus cabellos rubios le daban un aspecto casi angelical.
-yo soy Argia, supe de tu venida, ¿cómo te llamas?.
Así Selide se presentó, luego se sentó a los pies de la cama mirando su espalda, a lo que ella con un poco mas de confianza le hablo mirando a los ojos, de frente su voz se podía oír mas dulce y clara, y hablaron por largo rato sin decir mucho, mas que las cosas de las podrían hablar dos extraños.
Mas tarde bajaron a almorzar, la mesa era amplía, y a Selide lo sentaron al lado derecho de Pleistide, al frente de Argia, la cual nunca le dirigía la mirada directo a los ojos, Selide por otro lado estaba cohibido ante la cordialidad del dueño de casa, y entre tantas preguntas, salió la de “¿como te fue en el viaje?” así Selide le contó sobre el asalto y la perdida de su cleopla, Pleistide lo entendió bien maldijo un par de veces a los ladrones, o “cleptom" de baja categoría” y del como desde que apareció la Sociedad de Sargón las cosas habían cambiado, luego le dijo que era buena para un hombre saber pelear, y que era mejor mantener el matrimonio en secreto hasta que supiera valerse completamente por si solo, y al ver la mala cara de Selide, lo alegró diciendo, que no iba a ser en mucho tiempo, ya que era buena la idea de matricularlo en una escuela de defensa personal que había y que coincidentemente había matriculado a su hija ahí, Selide se veía emocionado con la idea. Luego en la tarde cada uno se retiró a sus piezas, mientras Pleistide salió a matricular a su invitado, Selide por otro lado se puso a puso a pensar sobre las cosas en su pieza, de pronto el silencio fue roto por un llanto a lo lejos, y se dio cuenta que era Argia, al ir a verla a la pieza ella trato de disimular tapando su cara con una almohada ya que estaba recostada sobre la cama.
-¿qué te pasa?
-No nada.
Selide se quedó sentado varios minutos con mucha paciencia esperando una respuesta luego Argia habló.
-tu me debes entender.
-¿yo?,¿por qué?
-toda una vida sin poder vivir normalmente por tener que obedecer una promesa de tu padre, yo también debo ser una extraña para ti, y yo lógicamente no siento amor por ti.
-claro te entiendo.-dijo Selide sin entender mucho realmente.
-yo estoy enamorada de otra persona, hace años en otro tiempo mi amor era correspondido, pero mi padre con su estúpida regla, me apartó de su camino, y ahora el no siente nada por mi.
-que doloroso debió ser,-dijo con un dolor parecido posando en su corazón, al darse cuenta que sus planes se habían estropeado,¿cómo el iba a estar con una persona que no sentía nada por el?, aunque no la conocía bien, la idea de que ya estaba destinada alguien que lo comprendiera lo había llenado de esperanzas en este viaje.
-por favor no le digas lo que te dije a mi padre, pero creo que era mejor que supieras como son las cosas, y no se vuelva todo en un mal entendido.
-no te preocupes, entiendo y me gustaría ayudarte en esto, puedes contar conmigo.
-no sabes la linda persona que eres, gracias muchas gracias, ya aparecerá la mujer que te valore, solo no quería que tuvieras problemas.
Entonces lo abrazó, muy fuerte y por largo rato, Selide nunca había sido abrazado así por alguien que no fuera de su familia, así el sentimiento se soledad fue llenado por unos segundos, en que se dio cuenta que para sentir nuevamente un abrazo así iba a tener que trabajar para ayudarla, un abrazo así valía la pena el viaje, y era mejor que un matrimonio sin futuro.

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