Monday, October 10, 2005

2- a la salida del valle.



cuando todos se retiraban de la plaza. La familia corrió a socorrerlo:
-hijo...hijo mío...¿qué te han hecho?.-llegó la madre llorando a abrazar a su hijo, su abuelo que era un hombre muy fuerte y respetable, lo tomó en brazos, y caminaron juntos al hospital. La sangre perdida era mucha, y su grupo sanguíneo(O Rh -) hacía mas difícil su recuperación, en el pueblo nadie quiso donarle sangre, así que solo sus abuelos y su madre le dieron sangre, la cual no bastó y tuvieron que ir a buscar a ciudad Central, lo cual retrasó bastante su recuperación,.los médicos lo salvaron... pero sus alas se perdieron, cuando despertó Selide sentía un gran dolor, no solo en su espalda sino en su alma, pero al ver a su familia se alegró, fue cuando quiso extender sus alas en señal de alegría, al no lograrlo unas lagrimas corrieron por sus mejillas.
-las cosas han cambiado, pero ahora soy como ustedes, ya no soy un monstruo .
y se escondió bajo las frazadas antes que su madre alcanzar a responder. Se escondió para que no lo vieran llorar, llorar por lo sucedido, por sus alas, que le dolían aunque no existieran, como si el dolor fuera su recuerdo, su forma de despedida.
A las dos semanas Selide se recuperó, los ánimos en el pueblo habían calmado, y debía volver a su hogar. Cuando Selide trató de ponerse de pie, no tomó en cuenta que en su espalda no se encontraba aquellas alas con las que siempre caminaba, por lo que sus primeros intentos fueron un fracaso, hasta que con mucho esfuerzo logró caminar e irse a su hogar.
Por varios días no salió, por que el acostumbrarse al nuevo equilibrio al que su cuerpo tendría no era una cosa muy rápida, una vez que salió, las cosas no eran iguales, los habitantes del pueblo, no le hablaban quizás por medio, o por miedo a lo que eran capaces de hacer ellos mismos, pero aún siendo así no recapacitaban, y ahora Selide era ignorado.
La familia preocupada por la vida de Selide querían hacer algo así que su abuelo lo citó a hablar con el cosas importantes.
Aquella tarde se reunieron los cuatro, la madre de Selide, Selide propiamente tal, y sus abuelos:
_mira hijo mío tantas cosas por las que has pasado.-le dijo el abuelo. No es justo que alguien tan puro como tu, tenga que pasar por tantas cosas.
-pero abuelo... no soy puro, soy algo aberrante, soy un monstruo tal vez no debí haber nacido, ustedes merecían algo mejor, tal vez en el pueblo tengan razón, y yo tenga que ver con el accidente.-respondió Selide muy triste.
-hijo, te he dicho que no tienes nada que ver con esto, en el pueblo son unos ignorantes...
-pero...pero... como todo un pueblo puede ser ignorante... no creo que sea así, algo de verdad existe, después de todo los hombres no nacen con alas, eso es un mal presagio.-respondió alterado a su abuelo.
-hijo mío.-con una voz mas tenue, y relajada.- no quiero que creas eso, pensar esas cosas no te hacen bien, tu no debes pensar que eres un monstruo tu eres alguien muy especial, mereces otros lugares, necesitas conocer muchas cosas, así que es mejor que te vallas del pueblo.
-¿yo?, ¿irme del pueblo?, no... eso nunca, nunca lo e hecho, y no pienso dejar a mi madre sola.
-hijo,-respondió la madre.- no te preocupes por mi, yo estaré bien, tus abuelos me protegerán y yo los protegeré a ellos, pero... ya no te podemos ayudar mas... ve esto como una prueba que debes pasar en la vida para madurar, para comportarte como todo un hombre.
Pe... per... pero madre...aunque me fuera, no tendría donde irme.
-pues no necesariamente.-dijo el abuelo, luego caminó hacia la mesa principal de la habitación de entrada, en ella había un paño rojo, la que envolvía lo que parecía una vaina de espada, de ella sacó lo que era una pequeña espada con un filo, que media la distancia entre el codo y la punta de los dedos de las manos, su empuñadura era plateado con un escudo. Y se la mostró.- esta es la espada familiar, como has de saber se le entrega a los hijos hombres mayores de una familia, esta es de nuestro linaje, la familia Jol, siempre esperé este momento, pues tu tío nunca tuvo hijos y tu madre te tuvo a ti, así que esta “cladopla” es tuya.
-pero.-llorando de la emoción Selide se mantiene en un silencio, en que que esperaba algo mas por parte del abuelo, que esperaba a su vez que Selide opinara.
Al darse cuenta que esto no sucedería siguió:
-bueno, hace años yo tuve un gran amigo, el vive en ciudad central, y cuando naciste el as su tenía una hija un mes mayor que tu, decidimos unir nuestros destinos bajo el alero de la misma sangre, el mismo linaje, y es así como estas comprometido con ella.
-pero... pero.-empezó a tartamudear.-¿cómo?, nunca me dijeron nada, debían haber contado con mi autorización.
-bueno pues nunca fue necesario decirte, te lo iba a decir al tener tu primera relación amorosa, para que te contuvieras, pero como nunca hubo tal, fue que se mantuvo en silencio, y bueno hijo, yo solo busqué lo mejor para ti, así que créeme cuando te digo, que quien va a ser tu prometida, es una muy bella señorita.
Selide ya no hablaba, no sabía si estaba mas nervioso, por darle la confianza de darle el mas grande tesoro familiar, o el saber que al contrario de cómo pensaba, su vida no iba a terminar en solitario, sino que bajo la compañía de una esposa, o simplemente estaba nervioso por saber que se iba.
El abuelo uso sus grandes dotes en la oratoria para convencer a si nieto que el casarse era lo mejor.
Y bueno Selide aceptó, así que lentamente comenzaron los preparativos, para la salida, pero a escondidas, para que en el pueblo no se dieran cuenta.
Una semana después tenían todo listo, e Iván a aprovechar una carreta no muy agraciada, que venía de los pueblos mas al sur, para ir hacia Ciudad Central.

El carro pasó muy tarde casi de mañana, y Selide lo abordó casi sin pertenencias, solo un cambio de ropa, un poco de dinero, y entre sus ropas, la espada simbólica de la familia.
Un abrazo muy fuerte para su madre, lleno de lagrimas y emoción, fue su despedida.
Junto con un abrazó un poco mas frió y un apretón de manos para su querido abuelo, el cual le dio algunas recomendaciones para llegar bien a la ciudad, de “esconder bien el oro”, no saludes a extraños, en la ciudad la gente no es igual acá”, y unas galletas envueltas en un paño rojo de la abuela. Luego abordó.
El viaje era monótono y tedioso, así que Selide mejor se puso a dormir, en lo cual soñó sobre el futuro, sobre su futura esposa y las cosas que iba a conocer.
Pero despertó bruscamente al igual que todos en el carro, por que se habían detenido muy brusco, recién eran las 5 de la mañana y faltaba por llegar, y todos se pusieron a reclamar, ante lo cual recién pudo ver a quienes mas iban: estaba un señor muy viejo con una gran capa al parecer era de alguna orden, por que era la vestimenta y típica de los monjes, también estaba una señora con sus dos hijas, una de la edad de Selide, la cual era bastante bonita con sus ojos café y pelo claro, y la otra mas chica de unos 7 años, la cual tenia los ojos verdes y el mismo color de pelo de la hermana mayor.
Otras dos señoras, algo mayores que se parecían bastante entre ellas por lo que se veía una fuerte unión genética, criticaron sobre lo brusco que era el viaje.
En ese momento la puerta se abrió y eran dos jóvenes por la voz, su cara estaba tapada por un enorme manto que le cubría hasta las rodillas, y unos sombreros de un porte suficiente como para taparle el cabello, de un color café y al parecer de cuero, en sus manos tenían dos dagas con las cuales amenazaban a los pasajeros. Los pasajeros bajaron tal como lo dijeron los asaltantes:
-ohh Dios, ¿cómo puede haber gente tan malvada en este mundo? Estamos en la decadencia de la sociedad, con esta nueva juventud, no vamos a llegar a ninguna parte...criticó una de las hermanas, antes de ser callada por uno de los dos sujetos poniéndole la daga cerca del cuello.
-¿pero es que nadie va a hacer algo?, si las autoridades son tan incompetentes de permitir esto, nosotros deberían hacer algo, ¿cómo tratan así a una señora de mayor edad, es que no hay respeto?...
Contestó la otra hermana.
-cállese señora usted también si no quiere que la calle yo mismo.
Respondió uno de los sujetos, ante lo cual el segundo le hizo una seña de que no hablara mucho.
-¿pero es que nadie va a hacer nada... ¿y tu chiquillo...?
apuntando a Selide.
-¿quien yo?. Respondió.
-claro que tu... tu eres hombre deberías defendernos, es que ya no existe caballerosidad en la juventud, otro mal ejemplo de educación, fuera yo tu madre te...
no alcanzó a terminar la frase, cuando Selide sacó rápido su espada familiar para defender su orgullo tal como la señora que era mayor, por lo que suponía también mas sabia le había dicho.
-mmm bonito ejemplar. Respondió uno de los asaltantes.
-si, una espada familiar, son muy pocas esas, solo se pasan a los primogénitos y provienen de las primeras familias que llegaron a estos lados, creo que vendiéndola podríamos ganar bastante.
Selide se asustó mas al escucharlo ya que pensaba que al mostrarle la espada se asustarían, tal como el estaba por ver las dagas, así que los dos se le acercaron rápidamente, hicieron un movimiento que parecía ataque pero que solo golpeó la espada para que la soltara, luego mientras uno lo vigilaba con la daga bien cerca de su cuello, el otro la recogió.
Luego le quitaron el oro que tenia el y todas las pertenencias de los pasajeros, luego se montaron en unos extraños animales de cuatro patas y peludos, pero que cuyas caras no se podían ver por la cantidad de pelo.
-gracias por el botín... lo disfrutaremos por ustedes,
dijo uno de los asaltantes.
Sobré todo a ti como te llames, gracias a ti tenemos oro y espada, además que fue tan fácil.
Soltaron una carcajada y se fueron para pronto perderse en el horizonte...

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